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Historia

Una seña de identidad

La navegación a vela ha sido una actividad inherente al desarrollo de las islas, convirtiéndose en el vehículo con el que el canario se abrió al exterior: comerció, buscó sustento a través de la pesca, y también utilizó para ir al encuentro de un futuro mejor.

 

No obstante, tal y como recoge el investigador Alejandro Rodríguez Buenafuente en su obra `La vela latina canaria´: la navegación a vela en ocasiones aparcó su condición de herramienta de trabajo para manifestarse de forma lúdica y recreativa, cuando había tiempo y ocasión, en forma de desafíos y regatas de mayor o menor seriedad [...] En una época en que la oferta de ocio era más bien escasa, las competiciones entre barcos de vela adquirían un importante carácter social, aportando prestigio más allá de lo profesional a los ganadores.[1]

 

Un ejemplo de ello lo encontramos entre los barcos que iban a pescar a la costa africana; tanto al ir a la faena como al regresar era frecuente que dos o más compitieran por ver quien llegaba antes.

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Estas competiciones llegaban en ocasiones a instigar el amor propio de las tripulaciones como vemos en una noticia aparecida el 9 de abril de 1870 en El Time: periódico literario, de instrucciones e intereses materiales editado en Santa Cruz de La Palma:

Con motivo de un suelto publicado recientemente por nuestro colega de Gran Canaria La Tribuna, en el que asegura que el buque de aquella isla “La Libertad” ha hecho mejor camino en la costa de África que los dos de ésta que estaban allí haciendo la pesca, se nos ha acercado el patrón del buque “El Mosquito”, que acaba de llegar de la costa, suplicándonos hagamos público lo siguiente:

   

Que en su último viaje llegó a Cabo Blanco, del Sur de la costa de África, el 29 de enero último con objeto de hacer la pesca del salado; que habiendo encontrado allí al recién construido pailebot de Gran Canaria “La Libertad”, del cual tenía noticias del buen crédito que disfruta por su buena marcha, tuvo deseos de probarlo con el suyo. Con este propósito, y habiéndolo encontrado en la Rífa, a donde van a barear, el primer día de su recalada, se propuso hacer camino al mismo tiempo que él lo hiciera para venir a tomar el fondeadero de tierra, donde pernotan; así lo efectuó, mareando los dos buques a un mismo tiempo, con viento fresco de toda vela, a bolina; que al comprender la ventaja que su buque obtenía sobre “La Libertad”, ésta se puso a pairar, maniobra que usan para sondar, por cuya razón siguió sin su compañía hasta el fondeadero.

     

Que al segundo día volvieron a salir juntos del mismo sitio, y continuando ambos buques con el mismo rumbo e igual aparejo, pudo tomar “El Mosquito” el fondeadero antes que “La Libertad”.

         

Que el tercer día, y hasta el cuarto, en que “La Libertad” hizo viaje de retorno para Gran Canaria, no volvieron a regatear; y que a la llegada de dicho buque a Las Palmas debe ser cuando aludieron a “El Mosquito”, como uno de los dos buques palmeros que se hallaban en la costa de África.

     

Que, hallándose aún en dicho punto por no haber terminado su pesquería, retornó “La Libertad”, y tuvo ocasión de volver a probar los buques, estando en la cantera de fuera, desde donde mareó para la de tierra “La Libertad” a la hora de costumbre; pero “El Mosquito” tuvo inconveniente de hacerlo al mismo tiempo, porque tenía una lancha por la popa y “La Libertad” ninguna. Al marear su aparejo “El Mosquito”, con brisa fresca de toda vela, se hallaba “La Libertad” a bastante distancia de su proa; pero al poco tiempo comprendió que se le iba aproximando, hasta que le pasó por su costado, tomando el fondeadero cuando el otro arriaba los foques para el mismo objeto.

         

Que recuerde también el patrón de “La Libertad” el día que “El Mosquito” enarboló su bandera en la cantera de tierra, lo cual produjo su última regata, en que también le sacó ventaja.

 

Las competiciones de vela latina

Retomando a Rodríguez Buenafuente, las mayores competencias se realizaban entre los pequeños barcos usados para la pesca litoral, el cabotaje insular, o las operaciones portuarias, con motivo de celebraciones festivas. Estas portaban un aparejo compuesto por un palo y una percha o palanca (en ocasiones se usaban los mismos remos) sobre los que envergaban una vela triangular denominada vela latina. En el entorno que nos ocupa, el ser más marinero y realizar un mejor manejo de las velas que se tradujera en una victoria ante los demás implicaba un reconocimiento y respeto dentro de la comunidad. Esta demostración de marinería difícilmente se podía realizar en el ámbito laboral por el peligro que suponía la perdida de la pesca o mercancía que se transportara en caso de “revirada”. Por ello cualquier motivo era bueno para lucirse como habilidoso marinero [2] .

Hasta mediados del pasado siglo tenemos constancia de la existencia de distintas competiciones con motivos festivos en prácticamente todas las islas. Si bien estas competiciones realizaban de forma esporádica y sin mucho rigor.

 

A finales de los 70´ se crea en Lanzarote el Club de Vela San Ginés quien comenzó a organizar competiciones de forma reglada en los años posteriores, dando pie a la creación del deporte de la vela latina tal y como lo conocemos en la actualidad. Con el paso de los años se fueron incorporando el resto de islas a la practica deportiva: Fuerteventura (1991), Tenerife (1993), Gran Canaria (2001) y La Palma (2017).

 

Aunque la actividad desapareció por distintos motivos en la isla de Tenerife, en el interés de la Federación Canaria de Barquillos de Vela Latina figura como objetivo, no solo retomar dicha actividad, sino hacerla llegar a La Gomera y Hierro, completando todo el archipiélago.    

[1] RODRÍGUEZ BUENAFUENTE, Alejandro: La vela latina canaria. Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 2001.

[2] Ibid.

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