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Historia de la Vela Latina Graciosera

Por Asociación CULDECASE.


En el siglo XX las primeras embarcaciones para la pesca en la isla eran pequeños barquillos, barcos pequeños para dedicarse al cordel o a la caña, principalmente, para coger viejas y otro pescado blanco. Muchas de aquellas embarcaciones eran construidas por los propios marineros, las preferencias de los mismos influían en el diseño de los cascos. Por ejemplo, si se le daba a las cuadernas más “pie quebrado” (doble curvatura), navegaban más rasas a la mar (con menos francobordo) y resultaban más cómodas para pescar pero si, debido a las formas citadas, el calado era excesivo, este no interesaba al acercarse a la costa en zonas de poco fondo. Es decir que aquellos pescadores carpinteros aprendían de la experiencia y al construir la siguiente embarcación corregían los detalles que no les convencían de los anteriores diseños.


Aquellos carpinteros “playeros”, que así los denominaban, puesto que casi siempre hacían los barquillos en las orillas de las playas, en general, no sabían trazar, dibujar las embarcaciones, sin embargo conocían a la perfección el arte de construirlas y con pocas piezas montadas, la quilla, la roda, el codaste, la cuaderna maestra y los “tercios” de proa y popa, podían obtener el resto de las cuadernas y sus escantillones para acabar un casco con una circulación perfecta. Además, sabían la influencia que tenía en el comportamiento de la embarcación navegando la alteración de los volúmenes del casco, el vaciar o llenar de aquí o allá para conseguir el resultado deseado, ese era su principal valor, no sólo construían los barcos, sino que además los navegaban, no un día, sino muchos de ellos continuamente.


En el Registro de Buques de Lanzarote están los nombres de algunos de aquellos carpinteros que hicieron barquillos menores en los años 40 para distintos armadores gracioseros, Antonio Morales; Guillermo y Gregorio Curbelo, Sixto Álvarez. Algunos de estos nombres aparecen relacionados con construcciones fuera de la Graciosa, en Órzola por poner un ejemplo (Guillermo Curbelo) por lo que no se puede afirmar que fueran originarios del Archipiélago Chinijo. También aparece como constructor el maestro carpintero de ribera Luis Trujillo, que en 1917 hizo un pequeño barquillo llamado “María del Rosario” para Simeón Páez, embarcación que apenas tenía 4.75 metros de eslora, 1.55 de manga y 0.70 de puntal. Luis Trujillo sería uno de los puntales de la carpintería de ribera en Lanzarote en la primera mitad del siglo XX.



También aparece como constructor Simón Morales Tavío. En 1942 hizo el “Jorge Juan”, en La Caleta (de Famara) para José Toledo González, barquillo de 6.76 metros de eslora, 1.93 de manga y 0.84 de puntal, pero aquel no era el primer barquillo que realizó Simón para armadores de La Graciosa.


En los años 30 el carpintero de ribera Simón Morales Tavío terminó en La Caleta ocho barquillos de grandes dimensiones. José Toledo Betancort, costero de aquella época, recordó el mítico “Isla Graciosa”, y el “Concepción”, “Jaime”, “San Roque”, “España”, “Fernando” y el “San Francisco”, que tenía “una cuarta menos de eslora”.


El “San Ramón” era algo menor, de siete metros y medio de eslora. En una amena conversación me comentó como se “picaban” entre ellos navegando con sus aparejos de velas latinas en navegaciones entre las islas, volviendo desde Fuerteventura, por ejemplo, recordaba al “San Francisco”, a la “Concepción” y al “Jaime” entablar competiciones para ver quién llegaba antes, y también que alguna vez incluso pudieron llegar a las costas africanas.


Simón Morales Tavío construía las embarcaciones en verano, principalmente en La Caleta, pero fue reconocido en todas las islas como constructor de instrumentos musicales, especialmente de timples. Su fama perdura en el Archipiélago y su dedicación y exquisito trabajo puede ser apreciado en la Casa-Museo del Timple que se sitúa en la Villa de Teguise, en Lanzarote.

En el Registro de Buques de Lanzarote he podido localizar al menos cuatro embarcaciones, de aquellas de ocho metros, barquillos grandes, para comprobar, con agrado, que aquello que me comentó Don José, “…una cuarta menos…” era cierto.


El “Fernando” o “San Fernando” era un barquillo de 8.25 metros de eslora, 2.05 metros de manga y 0.85 metros de puntal. Sus primeros dueños fueron Zenón Marcos y Sixto Romero Páez y su coste fue de 1250 pesetas, siendo construido en 1936.


El “Concepción” era un barquillo de 8.35 metros de eslora, 2.08 metros de manga y 0.93 metros de puntal, el primer propietario era José Hernández Pérez, según los datos del Registro de Buques, siendo su coste 1100 pesetas. También se construyó en 1936.


El “San Francisco”, efectivamente, medía 8.00 metros de eslora, 2.05 metros de manga y 0.90 metros de puntal, se terminó en La Caleta en 1934 y sus primeros dueños fueron José, Jorge y Pedro Toledo Betancort (padres y tíos de José Toledo Betancort, nombrado anteriormente).


Por último, el “Isla Graciosa”, el más famoso y duradero de los barquillos de ocho metros de La Graciosa, que actualmente existe como embarcación de regatas y que sirvió de modelo para establecer la tipología del barquillo de ocho metros de competición, se inscribió en el Registro en 1938 (aunque se asegura que se pudo construir en 1936 o 1937) y originalmente su armador era Roque Toledo González, costó 1275 pesetas de la época y sus dimensiones eran 8.33 metros de eslora, 2.07 metros de manga y 0.90 metros de puntal.



La Orden del Cachorro Canario en Lanzarote y Gran Canaria revivió la histórica pega de 1962 entre el bote grancanario y el barquillo graciosero.


Casi cincuenta años después, la Orden del Cachorro Canario en Lanzarote organizó la conmemoración de las históricas pegas entre el bote grancanario Porteño y el barquillo lanzaroteño Isla de La Graciosa, que en 1962 y 1963 tuvieron lugar, primero en Las Palmas de Gran Canaria y en Arrecife de Lanzarote, respectivamente. Un hito para las dos modalidades de vela latina canaria que volvieron a encontrarse, en un intercambio singular, marcado no tanto por la rivalidad deportiva como sí por el acercamiento cultural entre las dos familias de la vela latina canaria con embarcaciones de distinto tamaño y recursos, pero que tienen en común el tratarse de deportes autóctonos, exclusivos de las islas conejera y canariona.


La iniciativa contó con el apoyo de esta asociación, la Federación de Vela Latina Canaria y la Federación de Barquillos. Una pugna revivida en un numeroso grupo de herederos de la familia Toledo de La Graciosa, quienes tienen el barquillo y que han continuado con la tradición marinera. De hecho, el joven patrón Echeide Toledo llevó la caña en esta nueva singladura del histórico barquillo graciosero.



Sea por el sistema de medición (principalmente en el caso de la eslora, no se ha medido igual en distintas épocas) o por diferentes reformas realizadas, entre ellas la que ejecutó Santiago González Hernández sobre 1990, lo cierto es que el Isla Graciosa presenta en la actualidad más manga, 2.34 metros y más eslora que la que se refleja en los datos del Registro de Buques. El Isla Graciosa, por su historia, constituye en la actualidad uno de los baluartes del patrimonio marítimo de Lanzarote.

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